lunes, julio 11, 2011

Empacar y largarse de aquí


Cada vez que me despido de un lugar o de algo, queda un pedazo tuyo lamiendo la maleta, la arena mojada, el domingo de tarde. Pienso entonces en la vida que me regalaste marchándote lejos, en los años que pase mirándote dormir y en el siglo que ha venido tras de ti. Un puñado de tierra seca, un barril de madera que no me he atrevido a abrir desde entonces.
Moví la escalera para que mi cama fuera distinta, para que poco a poco comenzara a ser mi cama y en mi cama durmió el mar muchas veces y del techo caían pequeños pedazos de tierra y de vida. Pinté una pared porque las otras se pintaron solas y cada vez despertaba menos triste y mas pálida. Caminé muchas veces de noche por el parque para no encontrarte, para encontrar a otro también sentado leyendo un libro.
Volví al mar cada verano, viajé al puerto helado de casitas de colores, a la playa caliente del amor. Y siempre al empacar, siempre al despedirme con un beso de alguien en la puerta de mi casa, se iba un pedacito tuyo, se quedaba un pedacito tuyo.
Mañana volveré a la escuela, el miércoles al parque y caminaré pensando en cualquier otra cosa. Se queda sin embargo, clavado en la pared, debajo de las fotos un pedazo de tu boca.
 (Julio 11, 2001)