jueves, enero 07, 2010

Ya era hora



Me acabo de dar cuenta que no he abierto esta página desde que murió J. quien para mi siempre será un niño.  Y entonces me enojé con él, me enojé muchísimo y así me dolió menos, y lo que siguió fue peor, de puro inesperado.
He ido a pocos funerales, porque siempre pensé que no estaba en edad,  porque no conocí a mis abuelos y básicamente porque he tenido mucha suerte y he sido feliz.
Escribo poco cuando estoy feliz, casi no escribo cuando estoy enojada, pero hoy me ha entrado la culpa enorme del silencio, de aquellos que murieron cuando yo estaba lejos, de los síntomas obvios y de los rencores.   No me dan envidia los que han muerto jóvenes y yo ya he pasado de esa edad. Mi cuaderno sigue en algún lugar creo que bajo la cama. Y yo sonrío con ganas por primera vez en meses.

miércoles, junio 03, 2009

Prácticamente garantizado

Para cuando poco queda. Para la tarde donde el mundo gira, ajeno a los que sobre él sobrevivimos, gritamos, damos patadas y caemos lentamente.  Vienen bien las amargas hojas de la mandarina, el timbre del teléfono durante un minuto seguido sin que nadie lo conteste, viene bien un antiácido. Para cuando hay que caminar justo en la dirección más insospechada o mas angosta

Desde el porche se llora y se huele algo que ya empieza a parecer incendio forestal. Para cuando no hay lluvia, para cuando no hay almohada, cerveza, calcetines limpios.

Para estas no tan raras ocasiones, vienen mejor alprazolan y ayuno.

miércoles, noviembre 19, 2008

Muchas otras razones


Tú no estabas, debías estar allí pero no estabas y yo no paraba de hacerme historias en mi cabeza. Tampoco estaba el sol quemante, ni mi deber cumplido, ni las camisas correctas, ni tantas otras cosas.
Tan lejos fuí a darle la noticia, a comer y a despedirme de ella a quien tanto extrañare a quien tanto necesito. Tan lejos fui a darme cuenta de que no estoy tan perdida ni tan lejos del camino como casi siempre creo y de vuelta a llorar en un aeropuerto.
Tan lejos fuí, a que me quisieran mucho.
Pero tu no estabas y yo que nada pregunto, me quede también sin ésta respuesta y a cambio obtuve otra que no venia de ti y que yo no esperaba.
Estaban casi todos, muchísima gente que conozco y los viejos amigos, que nunca entiendo porque veo tan poco.
Y yo estaba contenta con el estomago lleno, con la sonrisa explicita, con las postales otra vez en la mochilas y tu no estabas. Y cada día, me importaba más y me importaba menos.

jueves, noviembre 06, 2008

La peor amiga del mundo

Se que duermo mucho, que siempre pierdo las llaves, que evito relaciones demasiado profundas y demasiado dramáticas, que me salto las comidas, que no hago nunca la tarea. Y se que aveces aquellos, se me olvidan un poco

Sin embargo, mi red de interacciones sociales solía ser lo que me mantenía de pie. Aunque los deje plantados, aunque algunas noches bailo y bailo con desconocidos sin hacerles mucho caso, aunque-eso-y-aunque-lo-que-sea.
En los tiempos del odio y de la niebla, fueron ellos los que salvaron mi vida una y mil veces. Son ellos finalmente, la razón por la que siempre regreso.
Por eso puedo aceptar que he sido cualquier cosa: irresponsable, impuntual, infiel. Pero no puedo evitar querer morirme un poco cuando sin una buena razón, me convierto precisamente en esto.



martes, octubre 14, 2008

Primeros daños

He pasado tres días vomitando, he vuelto de un viaje no planeado, he despertado entre sudores. Convalezco pues y la piel se me cae en pedacitos que no duelen.
He gritado este fin de semana trescientas canciones como si en ello me fuera la vida, he dejado de contestarte el teléfono y me quedan todavía migajas de resaca. Convalezco.

He conducido ochenta kilómetro para cambiar de cama y de azotea. Y en esta cama azul y bajo el techo de teja, también me duele el pecho y también me siento bien por primera vez en meses. Convalezco.

No te creo. Me duele todavía un poco el estomago, leo hasta tarde y no me salto ninguna comida, solo convalezco.
La carretera siempre tiene ese efecto: reclamarme tanto tiempo perdido, tanto alto innecesario.

No te extraño. Solo convalezco con la alegría de la ropa limpia, de un litro de té verde, del pelo lavado.

No te conozco. Enciendo una fogata en el patio con los pedazos de vida que de todas formas ya no uso.

lunes, octubre 06, 2008

Aunque sea por la ventana



Todas las mañanas, hay en mi habitación quince minutos de monstruosa claridad. Mi habitación, que durante el día es una caja de zapatos, se ilumina con montones de focos de 100 watts. Ahora, más que nunca sin cortinas y sin ramas de aguacate, la luz se vuelve loca y mi sueño también por descontado. Luz que desintegra las imágenes del sueño y las lagrimas de oxido en la puerta, luz que disuelve con pura intransigencia los restos de un dolor de rodillas y del ayuno. Se pintan cuadrados blanquísimos sobre la pared encalada y aunque no quiera me levanto y enciendo la estufa.
Quince minutos de claridad intensa y luego de nuevo a mi caja de zapatos, a mi madriguera de madera y piedra, a la parquedad con que suelo andar, como si nunca hubiera oído hablar de estrés oxidativo ni de escalafones.
Pero al menos una vez al día, al menos cuatro mañanas por semana, mientras metes los dedos en mi pelo, me parece saberlo todo y me entra la prisa de otros días.

viernes, septiembre 12, 2008

Donde mejor que aquí

Con el agua salada corriéndome en la espalda y en cercanía del puerto, tal como corresponde, comienzo a despedirme casi sin darme cuenta.
Pero este adiós causalmente llega acompañado. Viene con el adiós a un barco corroído por años de sueño acumulado, a las noches de fiebre junto a un estero, a Ilona que murió, a Jamil que casi muere. He terminado al fin junto al mar, he terminado de leer papeles amarillos, de temer la mañana, de perder autocompasión y peso. Junto al mar que ya no duele, y no puedo evitar preguntarme quien me habrá acompañado en este último viaje. De quien voy a despedirme en adelante, quien tomara las fotos de este Guadalupe-Reyes, quien brindara por mi el siguiente cumpleaños, de quien serán los próximos discos extraviados, el próximo vuelo, el siguiente año viejo.
Me despido sin un gesto, porque esto de los modales nunca se me ha dado y le creo por fin a Tana, que dice siempre, que vienen cosas buenas.

Y puedo responderme que finalmente nadie me acompaña, y mejor aun, finalmente nadie hace falta.