Cómo igual, nunca hago caso ni al despertador, ni al miedo, la piedra en el zapato, o a la costumbre de amarte torpemente, inutilmente, tarde-mente.
Cómo de cualquier forma nada creo, y mis manos cenizas se evaporan. Y no vuelvo, ni regresas ni destierro. Cómo en cada momento la pizarra y el hambre, en todas las hipérboles y debajo de todo: tú peregrino omnipresente.
Cómo igual, cómo siempre, no me perdono nunca-nunca, no haber podido amarte, no haberte perdonado y seguirte perdiendo. Odio y luz, tiempo y sangre.
Cómo a pesar de mí, nunca volveré a verte y me dá casi igual esta vida de sal, este amor a destiempo, esta carne y esta pena indeleble.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario