viernes, septiembre 08, 2006

Rebalsa



Fusilábanme el verde, liquido y chispas en la capota. El sol en su ventana de agua contenida, venía como a advertirnos del final del camino, abierto en dos mitades, en un minuto y medio. Después entro el silencio azul y confundido con árboles mojados y música de fondo. Agua alumbrando el cielo, devolviendo señales armadas desde las nubes. Y las nubes miraban de cerca de las hormigas y peinaban las piedras del techo de mi cerro. Mi cerro pasó entonces corriendo al otro lado, donde vigila y sueña con espejos. Dos veces por semana mi cerro envejecido me responde preguntas. Pero este día soleado no se digno a mirarme. Será porque saltaban desfiles de colores y luz ultravioleta en la horizontal enorme que le entra por los ojos. Mi cerro y otros cerros cabecearon entonces, salpicados de aves, de aguaceros de almíbar, de tanta brillantez como solo es posible en esta rebanada de aire, en esta tarde afiebrada y ciruela, incierta y caminante.

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