Me
estalla entre las manos esta risa debajo de las sabanas
amarillas, el milagro de amar lo que he perdido y de continuar
llorando cada sábado. Revienta otra vez tanta imprudencia y un estallido hueco me llena de silencio.
Yo que estaba tan llena de sol y de antioxidantes esta mañana y que hace solo seis semanas pensaba en el dolor como amuleto. Ahora en cambio me parece que no ha valido de nada la tradición que me empeño en explicarte, las verdades a medias y la culpa de empezar a quererte e inmediatamente odiarme.
Y es que esta soledad de radiadores, de boletos de avión y de tapones naranja en los oídos, comienza en cuanto vuelvo a guardar luto y en cuanto hace sentido casi todo.
Me estalló pues, la Bengala entre las manos y se parece a la resaca de siempre, a una melancolía sin masa y sin volumen, a la carie.
Lo sabía, lo sabía, repito entre dientes, mientras miro mi casa de madera volando por los aires.
Yo que estaba tan llena de sol y de antioxidantes esta mañana y que hace solo seis semanas pensaba en el dolor como amuleto. Ahora en cambio me parece que no ha valido de nada la tradición que me empeño en explicarte, las verdades a medias y la culpa de empezar a quererte e inmediatamente odiarme.
Y es que esta soledad de radiadores, de boletos de avión y de tapones naranja en los oídos, comienza en cuanto vuelvo a guardar luto y en cuanto hace sentido casi todo.
Me estalló pues, la Bengala entre las manos y se parece a la resaca de siempre, a una melancolía sin masa y sin volumen, a la carie.
Lo sabía, lo sabía, repito entre dientes, mientras miro mi casa de madera volando por los aires.
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