miércoles, diciembre 11, 2019

No sirvieron de nada los últimos veinte años

Moví hacia la izquierda la escalera para que nuestra cama fuera distinta, para que poco a poco volviera a ser mi cama. Y en mi cama durmió el mar muchas veces desde entonces,

y del techo caían pequeños pedazos de tierra y de coraje.

Aprendí a bostezar y pinté una pared, porque las otras se pintaron solas. Y cada día despertaba más triste y menos rota.


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