Caminé muchas veces de noche por el parque, para no encontrarte sentado en aquella tu banca, con un libro en las manos. Volví al mar cada verano, a la hipérbola absurda cada viernes, visité un puerto frío con casitas de colores, la playa caliente del amor. Y siempre al empacar y al decir mañana; al despedirme con un beso en la puerta de mi casa, se iba siempre un pedacito tuyo, quedaba siempre un pedacito tuyo.
El
día quince volveré a la escuela, ésta noche a la espuma y el
miércoles al parque, tratando de pensar en cualquier otra cosa.
Y quedará dibujada en la pared, debajo de las fotos, una esquina de tu boca.
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