martes, septiembre 06, 2022

Noventaycuatro

Creo que la soledad es un camino,

no escarpado y espinoso. Más bien una escalera que apila esperas y peldaños amarillos

y se vuelve interminable con cada beso que recuerdo.

Es un rincón de mí que no conozco

tal vez con prodigiosa indiferencia, oculto en la siguiente página de un libro.

La soledad, un cofre diminuto donde habita una verdad fosforescente. Una vela prendida que sostengo enmedio de aquel campo de luciérnagas.

Disfraza la locura, ignora que todo a mi me ignora y no sabe todavía de amor ni de conjuros.

La soledad se acuna entre mis manos gritando en un idioma incomprensible, en sus ojos de niño contraen la pupila mis secretos cuando entra luz por la ventana.

Aquello que yo sé y que nadie sabe y que en mi soledad se recompensa.

Despedida de mi y en donde bebe éste insomnio feliz y persistente. Aquel único sitio que quisiera encontrar y dormir y maldecirnos.

Encontrar la sonrisa encarcelada, el remanso de sol y levadura. Encontrar un buen día lo oscuro del camino, andado a tropezones y pies curtidos por llanto,

para al final hundirme en la caricia

que le adivino tibia

a mi soledad


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