Me prometí, te prometí, puse en custodia
que no se me vendría abajo ni el cielo ni el coraje
más de lo estríctamente necesario.
Me
prometí hace tiempo que mi casa
sería un pozo eurihalino, una capilla de árboles y abrazos
y que yo, pese al polvo y la resaca
estaría muy pendiente y puntual en las mañanas.
Que no habría ni aguacero o pesadilla
que hicieran encallar la ruta que trazamos apenas en el agua salada,
y que mi voluntad nunca sería
la voluntad de otro disfrazada.
Trato así de cumplir y mantenerme
para poder un día dar la cara
para empacar sólo lo estríctamente necesario,
cuando pueda volver a mi ciudad de hambre
y amarrarme las trenzas todavía.
Y para no arrepentirme,
para la enterrar en cal éste resentimiento,
pongo a resguardo
mi buena voluntad limpia y en calma.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario