Guarda uno metidos en los bolsillos pedacitos de papeles con nombres apuntados que hemos escrito a colores y con gusto.
Y los retiene uno en las manos un segundo y los tira uno al piso y los levanta. Y finalmente se llenas de manchas y de pelusa a fuerza de andar metidos en las bolsas de la camisa.
Los nombres y los lugares de los papelitos se confunden con los nombres y los lugares que están escritos en los libros donde uno los guarda. Algunos se escapan y salen volando por la ventan pero la mayoría se quedan ahí emborronándose y amarilleándose en las repisas y en los cajones.
Se acostumbran al olor a humedad y al silencio. Y miran la luz un instante, cuando abrimos el cajón para meter uno más de esos papelitos que hemos escrito sonriendo.
2 comentarios:
hace mucho escribí tu nombre en un lista que puese en algún sitio y no guardé; y luego lo volví a escribir en un cuaderno, entre dibujos y fotos que quedó a medio llenar que nuca pude ni quise terminar. Volví a escribir las letras que te llaman en un calendario que duró varios años, que deshojaba algunas mañanas y fines de semana y que nunca se acabó; lo escribí también en muchas libretas telefónicas cuando ya no era necesarioporque tu nombre, sin que yo lo escribiera, ya se había grabado ahí donde sólo las cenizas podrán borrarlo.
Luego las pelusas los estornudan y los pececitos de plata les carcomen sílabas y acentos, las palomillas de Sn Juan les ovopocitan y /pero/ nacen maripositas un buen día/ con moho y silencio nacen.
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