La sorpresa esperaba agachada al otro lado del teléfono, la lluvia caía helada en la calle frente al aeropuerto. La gitana tenía razón: era (después de todo) una sorpresa buena.
Era, el regalo de mi vida, disfrazada de tragedia griega, de drama gratuito.
La gitana me hablò de amor y yo entendí lo que me diò la gana.
Pero todo (que bueno) era cierto: duerme conmigo, envuelto en sabanas azules, un día si y otro no y sale de caravana en un pequeño auto rojo. El amor y la sorpresa, me levantan a diario: la vida mía, ahora bajo mi custodia.